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‘Tarde de fiesta’, de Francisco Iturrino. Grada 165. Inmaculada González

‘Tarde de fiesta’, de Francisco Iturrino. Grada 165. Inmaculada González
Foto: Cedida
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Francisco Iturrino González fue pintor y máximo cultivador del fauvismo en España. Viajero incansable, asimiló con avidez las nuevas tendencias del periodo de entresiglos.

Sus primeras obras fueron postimpresionistas, pasó por el modernismo hasta madurar con el fauvismo. Abandonó el realismo de los pintores de su generación para convertirse en un virtuoso de la luz y el color, de los jardines y de las mujeres del sur, con excelentes retratos, desnudos femeninos y escenas campestres.

Siendo muy joven recibió sus primeras lecciones de dibujo de su tío, continuando en Bruselas sus estudios de pintura en la Académie Royale. En 1895 comenzó la vida nómada que caracterizaría toda su existencia. Marcha a París y expone su obra en la prestigiosa Galería Vollard junto a Picasso, con quien trabó una amistad que duró toda su vida. Poco después regresó a España, se quedó un tiempo en Salamanca y luego estableció su taller en Sevilla.

Andalucía era su lugar predilecto por los paisajes, aunque también pintaba corridas de toros, fiestas y retratos de mujeres. Durante este tiempo su paleta se iluminó y utilizó más colores contrastantes.

En 1913 Iturrino pasa el verano en Málaga y se enamora de La Concepción, de sus palmeras, sus fuentes y sus verdes, comenzando a pintarlo con mucha frecuencia. Es una etapa de plena madurez como pintor, sintetizando en esos paisajes del bello jardín malagueño todo lo que ha aprendido y evolucionado. Obras exquisitas, como en un idílico edén. Para Iturrino el paraíso siempre fue un jardín de Málaga con nombre de mujer.

Le gustaba también mucho pintar gitanas y manolas bañándose, o pasando el día en el campo con blancos ropajes pintados con azul, la verde hierba con morados y una pincelada fresca, suelta, de trazo rápido vigoroso, violento pero muy estudiado, jugando con los reflejos de la piel y el color. El color, sin duda, es el eje de sus cuadros, con sueltos toques llenos de reflejos y vibrantes matices.

Pasó un tiempo en Marruecos con Henri Matisse, con quien mantuvo una estrecha camaradería, siendo el pintor que más influencia ejerció en su obra y con quien compartió estudio en Sevilla y viajes y experiencias en distintos enclaves artísticos de la época.

Su vida errante se detuvo en 1921 tras serle amputada una pierna a causa de la gangrena. Su enfermedad le llevó a una situación económica precaria, pero recibió ayuda económica de distintos amigos. Sin embargo, tres años después falleció solo y arruinado en Francia.

Iturrino ha estado años ‘apartado’ por circunstancias más comerciales que de rigor artístico, pues su obra estuvo años en manos de un marchante de arte que no la movió y la tuvo guardada. Incomprensible.

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