Elia Ramos (Badajoz, 1912 – Madrid, 2013) fue la mayor de las cuatro hermanas Ramos Sanguino; las cuatro que sobrevivieron, pues ocho hijos tuvieron mis abuelos María y Francisco.
Como todas ellas nació artista, aunque solo Olga desarrolló su arte en los escenarios; excepción hecha de Beatriz, la más pequeña, que tras estudiar solfeo y batería se incorporó durante algunos años a la orquesta Olga, actuando con ella en el Café Universal de Madrid.
Elia Ramos, lectora infatigable, gran devoradora de libros, de buenos libros, sabía escribir muy bien, especializándose en poesía aunque sus inspirados poemas no salieron de la intimidad familiar.
Tenía Elia un carácter voluntarioso y romántico, lo que le llevó en un momento de su vida a cruzar el charco en pos de su amor, un médico guapísimo que le había robado el corazón y al que amó hasta su último y centenario aliento. De hecho, sus palabras finales, que recogió Susana, su hija pequeña, fueron: “Mi orgullo fue caminar por el parque del Retiro del brazo del hombre más guapo de todo Madrid, fue el amor de mi vida”.
La mañana en que zarpó hacia Chile, mi abuelo Paco, el adusto militar de los bigotes retorcidos, le entregó una foto en cuyo reverso se leía “Tu felicidad será la mía”, mientras sus ojos contenían las lágrimas.
En Santiago de Chile fundó, junto a su amado Pepe, una bella familia y, aunque no siempre fue de rosas su camino (o, quizás, por eso) encontró tiempo para escribir en la absoluta soledad de su escritorio, haciendo volar su imaginación, que nunca dejó de pensar en su añorada tierra extremeña… española.
Escribió mucho, sobre todo cuando supo del fallecimiento de su querida madre. Durante años vistió de luto riguroso, luto que probablemente también guardó por la ausencia de su tierra.
Llegó a centenaria expresando su deseo de descansar junto a sus padres, en Madrid. Y así, en la primavera de 2014, Elia volvió a casa. Las encargadas de cumplir su voluntad fueron su hija Susana y su nieta Constanza, quienes, en una caja atada con una cinta con los colores de la bandera española, trajeron sus cenizas, que ya reposan junto a sus padres y hermanas en el cementerio de la Almudena.
El poema que acompaña a este pequeño relato fue escrito por Elia en Badajoz a los 18 años.
NOSTALGIAS
(Estampas de Badajoz. 1930)
¡Ay, puente de Calamón,
tus verdes piedras cayendo
al par de mi corazón!
Un cerro enfrente del otro,
juncos en ambas laderas
formando las dos riberas
del escasísimo arroyo.
Badajoz siente, aquí,
allá, el puente señero
adonde lleva un sendero
de rica tierra rubí.
Corriente arriba, jarciales
donde se esconden los grillos,
poleo, berro, tomillos,
viñas, huertas, olivares…
Tan sólo un ojo anchuroso
de la una a la otra orilla
y por debajo Rivilla
que se marcha silencioso.
Ojo frío, indiferente,
que ve unir las dos riberas
por las blancas pasaderas
pulidas y relucientes.
Ojo de señor feudal
que escucha una dulce trova
ojo de sultana mora
calenturienta y sensual
Ojo del más viejo puente
que ve caerse sus piedras
evocador y silente
¡Ay puente de Calamón,
de viejo te estás cayendo
al par de mi corazón!