No es posible, en el obligado y reducido espacio de un artículo, encerrar ni siquiera lo más importante de los primeros 75 años de vida del mayor coso taurino del mundo. Es una intensa historia no solo escrita por los toreros de la nación hermana. También contribuyeron los españoles y los de otras naciones taurinas.
Arrancó esta con las primeras noticias, en 1941, que hablaban del proyecto de construcción del coso. En enero del año siguiente apareció en los periódicos mexicanos el anuncio del proyecto de una Ciudad de los Deportes, ubicada al sur de la ciudad y próxima a la actual calle de los Insurgentes, que contaría con un coso taurino. Como ocurriera en Madrid con Las Ventas, cuando se eligió el lugar de ubicación del nuevo circo taurino, a los aficionados se les antojó alejadísimo. Se había situado en la proximidad de la villa de Mixcoac y en una zona despoblada en la que con anterioridad hubo, primero unos terrenos baldíos pertenecientes al rancho San Carlos y, posteriormente, una ladrillera que había dejado el solar sembrado de cráteres después de extraer la materia prima para fabricar los adobes.
La construcción, sin embargo, no se inició hasta finales de 1944. Tras bastantes vicisitudes fue inaugurado el 5 de febrero de 1946, como parte del proyecto del yucatano, de origen libanés, Neguib Simón Jalife, entonces considerado un visionario. Una gacetilla del diario Excelsior, días antes de la inauguración, afirmaba categóricamente: “Todos juzgan que la afición a los toros ha recibido el descabello”, hasta el punto de que, durante un festejo en la plaza de El Toreo, se desplegó una pancarta que rezaba: “Aficionado: No te dejes robar en la plaza del judío. Son peores que Algara y su reventa. No compres apartado”.
Pese a los augurios, después de ser bendecida por el Arzobispo Primado de México, doctor Luis María Martínez, dos capitalinos y un cordobés universal, Luis Castro ‘el Soldado’, Manuel Rodríguez ‘Manolete’ y Luis Procuna, partieron plaza para dar cuenta de un lote de San Mateo, propiedad de Antonio Llaguno.
La historia de este coso, dispersa en miles de páginas de periódicos y revistas taurinas, también en parte de enciclopedias, se contó hace 25 años es tres volúmenes de los autores mexicanos Daniel Medina de la Serna y Luis Ruiz Quiroz. Se titularon ‘Plaza México: Historia de una cincuentona monumental’. Un texto para gozar y consultar. “Ya suena el clarín y ya se abrió la puerta de cuadrillas de esta verdadera historia”, se puede leer en la contraportada. Y remataba en la misma el Licenciado Ignacio Garciadiego: “¡Disfrútela!”. Y es verdad. Es un texto de lectura amena, Daniel Medina de la Serna lo hace posible, pero también para consultar. En el apéndice, del otro autor, se anotan todos los festejos celebrados en los primeros 50 años, con una gran documentación, pues aparecen, incluso, los nombres de todas las reses lidiadas. Fue Bibliófilos Taurinos de México la entidad que hizo posible que viera la luz.
Pero hasta ahora solo se han contado los 50 primeros años de historia. Hace unos días, en una reunión con bibliófilos mexicanos, por estos medios contemporáneos que impone la pandemia, me enteré de que están trabajando en una actualización de este trabajo.
Este año, el 5 de febrero, no abrió sus puertas la plaza. No hubo corrida del aniversario. Colaboremos todos para que el año próximo, los mexicanos y todos los aficionados, en esa fecha, podamos escuchar ese ‘Cielo Andaluz’, del maestro Rafael Gascón, que suena en ‘La México’ durante ese paseíllo de luz y color que preludia la corrida.
