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Peñas sacras de Extremadura. El altar rupestre de la Peña del Culo

Peñas sacras de Extremadura. El altar rupestre de la Peña del Culo
Foto: Cedida
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Siguiendo con los altares rupestres de Extremadura recalamos en el municipio cacereño de Malpartida de Cáceres, donde encontramos el maravilloso paraje natural de Los Barruecos. No solo destaca por la belleza paisajística, refugio de todo tipo de fauna, sino también por los numerosos vestigios arqueológicos que acoge en su seno, que se extienden desde el Paleolítico hasta la época tardo romana y medieval. El museo Vostell de arte contemporáneo y el rodaje de la afamada serie ‘Juego de Tronos’ en estos parajes son el sello de la modernidad.

Pero, aparte de los más emblemáticos monumentos pétreos conocidos, quiero detenerme en una roca que ha pasado desapercibida para el gran público, la llamada ‘Peña del Culo’, situada no muy lejos de la ‘Peña del Sol’, objeto de nuestra atención en el número anterior, y que, como ella, señalaba el sol naciente.

Se trata de un gran bolo, partido horizontalmente en dos mitades, la inferior de las cuales presenta una fisura vertical que le da su forma tan característica. Una serie de cinco pequeños entalles a modo de escalones dan acceso a la parte superior amesetada, en cuyo extremo oeste se ha formado una cubeta natural ovalada en la que se abrió un amplio canal de desagüe artificial con esta misma orientación.

Estas características parecen señalar un espacio sacro. Las escaleras acentúan el carácter ritual del conjunto, y la cubeta con su amplio canal nos lleva a ceremonias y rituales en los que el sacrificio de animales parece haber tenido un papel relevante.

En una de las rocas que por la izquierda flanquean el angosto sendero por el que se accede a este altar se grabó un soliforme formado por nueve cazoletas de similares dimensiones, mientras que la parte derecha tiene una cúpula con tafonis, bajo la que hay otras 21 cazoletas.

A pocos metros de allí hay otro gran bolo con una gran chimenea natural que penetra profundamente en el interior de la roca, repleta de bellos tafonis, junto a los que aún se conservan restos de pinturas esquemáticas de un color rojo vinoso.

Hacia el lado de poniente se abre un amplio espacio a modo de plaza, que bien pudo servir como lugar de reunión para los asistentes al ceremonial. Un angosto sendero conduce a una explanada que fue cerrada con grandes lajas para formar una vivienda aprovechando el apoyo de los grandes bolos.

En superficie hay abundantes restos cerámicos, que pueden datarse en época calcolítica. Cerca hay otro abrigo con tafonis y más pinturas rupestres; y, a su lado, en una roca que apenas sobresale del suelo, hay una oquedad artificial con forma ovalada rodeada por un canalillo que parece representar una vulva.

Formas todas ellas sugerentes de una religiosidad popular ancestral con una concepción animista del mundo, en la que los elementos de la naturaleza, como ríos, fuentes, montañas, bosques, animales, fenómenos meteorológicos, etc., eran considerados seres con ánima, dotados de poderes sobrenaturales. Esta era la auténtica forma de ver el mundo de nuestros antepasados.

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