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Pasado con memoria (XXIV)

Pasado con memoria (XXIV)
Puerta de los Carros de la Catedral Vieja de Salamanca. Foto: Google Maps

A veces me olvido pasear por los prados de mi memoria

Salir por la Puerta de los Carros
Era el lugar por donde circulaban los carros que llevaban el suministro para las personas que vivían en el claustro de la Catedral Vieja salmantina, y por ella salían los estudiantes de la universidad que no lograban el grado de licenciado y debían escapar por ella para evitar los posibles abucheos de quienes pudieran estar esperándolos.

El aspirante debía demostrar que poseía el grado de bachiller para poder aspirar al grado de licenciado, solicitando al maestro de escuela la prueba. Si tenía el grado de bachiller y ningún otro bachiller más antiguo se presenta se inicia el proceso para obtener el grado de licenciado.

Una vez iniciado los trámites el aspirante era presentado ante el claustro en el que pronunciaba un discurso en latín y era presentado por su padrino, quien debía ser un doctor que atestiguaba que el aspirante era hijo legítimo, cristiano viejo y de buenas costumbres. Tras la presentación se fijaba la fecha para el examen que se celebraba en la Capilla de Santa Bárbara.

El bachiller pasaba la noche anterior al examen en vela en la capilla, por la mañana llegaban los doctores para examinarle. Estos se sentaban en los bancos de la capilla, el maestrescuela lo hacía junto al Evangelio y el aspirante y su padrino a los pies del sepulcro del obispo lucero. El bachiller debía realizar su exposición, la cual debía durar entre una hora y dos. Una vez hecha la exposición se paraba para comer, gasto solventado por el bachiller, y después el tribunal inicia sus preguntas. Tras esto el tribunal votaba de forma secreta si el estudiante aprobaba o era reprobado. Si el resultado de la votación era reprobado el bachiller salía por la Puerta de los Carros, como signo de su fracaso. Si aprobaba salía por la puerta grande de la Catedral y se iniciaban festejos por su aprobación. Otra opción era que el tribunal estuviese indeciso, en cuyo caso el bachiller debe cumplir una serie de condiciones para que a los dos años se le conceda el grado de licenciado.

Una vez aprobado se celebraba a los cuatro o cinco días la ceremonia de concesión del grado en la Capilla de Santa Bárbara en el que el ya licenciado juraba ser fiel a la universidad, en el siglo XVII a este juramento se añadió otro de fidelidad a la Inmaculada Concepción.

Afroespañol
Así como el vocablo ‘afroamericano’ se refiere a las formas musicales populares desarrolladas en América, surgidas del contacto entre la música negra y la occidental, el ‘afroespañol’ fue el resultado de la adaptación, o deformación, del español por los pueblos negros llevados a América como esclavos cuando estos aprendieron nuestro idioma.

Estas expresiones pintorescas surgidas de la mezcla de dos culturas diferentes fueron recogidas por la poesía y el teatro; de ahí que no sea extraño, como escribe Manuel Barrios en su ‘Modismos y coplas de ida y vuelta’, “encontrar en nuestros clásicos, sobre todo en Lope y Góngora, poesías en las que se recoge, de un lado, la dicha deformación, o adaptación, fonética de estos pueblos y, de otro, la aportación de su vocabulario nativo o de ciertas frases rituales o mágicas”.

Y, a continuación, cita la siguiente poesía de Góngora, donde recoge el diálogo entre Clara y Juana, personajes de color:

Mañana sá Corpus Christa,
mana Crara;
alcoholemo la cara
e lavémono la vista.
-¡Ay, Jesú, como sá mu trista!
-¿Qué tiene, prigna señora?
-Samo negra pecandora,
e branca la Sacramenta.
-La alma sá como la denta,
Crara mana.
Pongamo fustana,
e bailemo alegra;
que aunque samo negra,
sá hermosa tú.
Zambambú, morenica de Congo,
zambambú.
Zambambú, que galana me pongo,
zambambú.
Vamo a la Sagraria, prima,
veremo la prosesiona,
que aunque negra, sá persona
qe laperra me estima.
A ese mármolo te arrima.
Más tinta sudamo, Juana,
que dos pruma de escribina.
¿Quién sà aquél?… –La perdiguera.
-¿Y esotra chupamadera?
-La señora chirimista.
-¡Ay, Jesú, como sà mu trista!

Gallinero
Según la Real Academia, entre los significados que tiene este sustantivo está el de aplicarlo coloquialmente al conjunto de butacas, las más baratas, situadas en la parte más alta de los cines o teatros, llamada también galería, que eran ocupadas por un público más escaso de medios, pero más propenso a la diversión, al aplauso, al vocerío si llegaba el caso, a disputarse esta o aquella butaca desde donde seguir mejor el espectáculo o reservada para algún amigo, y donde algunas parejas se entregaban a caricias que no podían practicar en público. Público juvenil que, con las proyecciones, iba descubriendo mundos increíbles, impensables, a la vez que nuevos sentimientos hacia los personajes que iban mostrando los suyos frente a nuestros ojos.

Según parece, la expresión se originó en el Coliseo Ramírez (Teatro Colón), donde en las últimas filas estaba permitido consumir bocadillos, pipas, patatas fritas o chicles.

Con permiso…
Dos hermanas han ido al cementerio para acompañar a una amiga que entierra a su padre. En el mismo camposanto tienen ellas enterrados a unos familiares.

-¿Vamos a ver cómo están las tías? – dice una de ellas.
-¡Pues cómo queréis que estén! – replica jocoso el marido –¡Pues en los huesos!

Un vendedor ambulante llega a un pueblo andaluz y empieza a vocear por el chirriante altavoz acoplado al techo de su furgoneta:
-¡Vamos, señoras! Ha llegado el rey de los pollos. ¡Pollos bonitos, buenos y baratos, señora! ¡No deje pasar la ocasión! Oiga, señora: ¡Cinco pollazos seis duros! ¡Sí, señora, lo que oye! ¡Cinco pollazos seis duros!

Una. – ¡Flugencio! ¡Flugenciooooo!
Otra. – ¡Ay, que desgracia tienen algunas mujeres! ¡Mira que no saber ni decir correctamente el nombre de su propio marido!

Yerno y suegro salen de la misa dominical donde han escuchado, como los demás feligreses, la lectura y posterior explicación del Evangelio donde se relata la milagrosa multiplicación de los panes y los peces por Jesús.

-Eso que ha dicho el cura –comenta el suegro –no es nada. La tía Catanga, de este pueblo, se fue antaño a Madrid, y con un conejo dio de comer a todo un regimiento… y aún se lo trajo más grande cuando volvió.

Recién incorporado a su Regimiento tras el obligado período de instrucción un soldado escribió a su familia para comunicarle su nuevo destino.

La sorpresa del aguerrido soldado fue mayúscula cuando, a las pocas horas, en el reparto de correspondencia, el cabo burriel le nombró entre los afortunados receptores de epístolas.

-¿Cómo puede haber sabido mi padre esta dirección tan pronto? – se preguntaba extrañado –. Si es imposible que haya recibido ya mi carta, y menos que haya podido llegar aquí su contestación.

La explicación a tal eficacia en el servicio de Correos era sencilla. El despistado soldado había puesto su propia dirección – la del Regimiento – en el sobre.

Un joven matrimonio, recién emigrado, regresa a su pueblo natal para pasar las vacaciones veraniegas. Ansiosos de notoriedad, aprovechan cualquier ocasión posible para alardear y presumir ante sus parientes y vecinos.

-¡Pues sí! – dice un día la joven a un desocupado corro femenino que la escucha –. Tenemos amigos ingenieros, médicos, arquitestos… Con deciros que el dostor Núñez nos invitó a su casa a comer para despedirnos, está todo dicho. Y querían que fuésemos con ellos al Festival de Canes… Pero les dijimos que para ver perros preferíamos venirnos aquí, a ver a la familia…

Un muchacho lee emocionado a un grupo de amigos ‘El embargo’, poema del poeta castellano-extremeño José María Gabriel y Galán. Todo marcha a la perfección hasta que:

-… si venís antiayel a afligila
‘son tubos’ a la puerta. ¡Pero…
-¿Qué? – un auditor, que conoce el poema exclama –: ¿Qué has dicho?
-Lo que pone aquí – contesta convencido el rapsoda –: Si venís antiayel a afligila/ ‘son tuvos’ a la puerta. ¡Pero ya s’ha muerto!
-¿Estás seguro, seguro? – insiste el otro, riendo.
-¡Hombre! ¿Me lo vas a decir a mí? – responde ofendido el otro –. Aquí dice bien claro: Si venís antiayel a afligila… ¡Ah, ya! Si venís antiayel a afligila/ sos tumbo a la puerta. ¡Pero ya s’ha muerto!

El médico titular de un pueblo, refiriéndose a los emigrantes que veranean en sus pueblos natales y luego llegan a la ciudad presumiendo de haber estado en tal o cual costa, dijo a sus amigos:

-Sí… ¡Claro que veranean en costa! A costa de sus padres, a costa de sus abuelos, a costa de sus hermanos…

Va de lo mismo… ¿A qué se refieren?

Blanco fue mi nacimiento
y verde fue mi niñez,
mi mocedad encarnada
y verde fue mi vejez.

Verde fue mi nacimiento,
blanca mi media edad,
y luego me vuelvo negra
cuando me van a matar.

Blanco fue mi nacimiento,
colorada mi niñez,
soy más negra que la pez.

Blanco fue mi nacimiento,
verde fue mi vivir,
y negra me voy quedando
cuando me quiero morir.

(La solución, al final)

La flor de la Europa. Cuento
En Bodonal de la Sierra cuentan que érase una vez un rey que tenía una hija. Y el rey decía que el hombre que encontrara la flor de la Europa se casaría con ella. Había tres hermanos que quisieron probar fortuna y empezaron a andar, andar, hasta que llegaron a un cruce con tres caminos. Y el mayor dijo a sus hermanos:

– Tú tira por ese camino, tú por este otro y yo por el del medio.

Así lo hicieron y quedaron en juntarse de nuevo en aquel mismo lugar. Comenzaron a andar y andar hasta que el pequeño encontró la flor de la Europa y se volvió para atrás, encontrándose con sus otros hermanos que no habían tenido igual suerte que él, de ahí que movidos por la envidia y la avaricia, lo mataran para quedarse la flor. Luego lo enterraron. Y en el lugar donde pusieron el cuerpo, de sus dedos brotaron cañas.

Un día pasó por allí un pastor con sus ovejas y cortó una caña para hacerse una gaita. Y cada vez que tocaba, oía una voz que decía:

– Tú, pastorcito, tú que me tocas, mi hermano mayor me mató por la flor de Europa.
Y así cada vez que tocaba la flauta.

Mientras, el hermano mayor se había casado con la princesa.

Por su parte el pastor pensó:

– Pues yo voy a ir al pueblo a ganarme la vida tocando la gaita porque siempre canta lo mismo y esto tiene que decir alguna cosa.

Se presentó en el pueblo y quienes le escuchaban, decían:

– iHuy, huy! Pues eso tiene algo que ver con el hijo de Fulano, que ha desaparecido sin dejar rastro, pues siempre dice lo mismo: “Tú, pastorcito; tú que me tocas; mi hermano mayor me mato, por la flor de la Europa”.

Total, que aquel sonsonete se le pegó al rey al oído y, tras averiguar lo sucedido, castigó al asesino y la princesa se volvió a quedar compuesta y sin marido. Y aquí se acaba el cuento de pan y pimiento.

 

(Solución a las adivinanzas: La mora)

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