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Desde la Torre Lucía. Las otras bibliotecas (y III)

Desde la Torre Lucía. Las otras bibliotecas (y III)
Foto: Cedida
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Vamos con la tercera entrega de mis ‘Otras Bibliotecas’, la dedicada al Arte. Corría el año 1958, cuando la Torre Lucía tenía tejado a dos vertientes y, en su interior, aperos de labranza de la huerta del señor Manolo, y yo asistía al Instituto de Bachillerato Gabriel y Galán, en su antiguo caserón de la entonces calle Matías Montero, cursando 6º de Bachiller.

Durante esa década de los años 50 dirigía el Instituto el catedrático de Geografía e Historia don Francisco Ruiz Jurado, andaluz de Jaén, que nos daba la asignatura de Historia del Arte. Y cómo nos la daba, con qué entusiasmo, con qué ímpetu y con tantos estímulos, que nos ‘infectó’ de amor al Arte. Aquellas proyecciones en blanco y negro, con el vetusto, enorme y ya anacrónico proyector de diapositivas de cristal, o con el episcopio (proyector de opacos) con el que nos proyectaba láminas, fotografías, e inclusive objetos, nos enganchó al Arte.

Con esos dos artilugios fuimos, clase tras clase, descubriendo el Arte: las Venus esteatopigias, las hachas del paleolítico, los faraones de Egipto, los jardines de Nínive, los capiteles dóricos, jónicos y corintios, las esculturas helenísticas, los templos romanos, los ábsides románicos, el arte del Renacimiento, del Barroco…

Todos sus alumnos de 6º de Bachiller fuimos abducidos por sus enseñanzas sobre el Arte, y eso que era todo en blanco y negro. De ahí nació mi ‘debilidad’ de coleccionar libros de Arte.

Mi primer cometido fue adquirir el ‘Summa Artis’ de Pijoan, de Espasa Calpe, con sus 49 tomos, con un total de 54 volúmenes cuando hace muy pocos años se terminó de publicar. Hasta el tomo 16 fueron firmados por José Pijoan, y a partir de ahí por Camón Aznar, Gayá Nuño y un amplísimo elenco de autores, catedráticos, autoridades en el tema del Arte. Comencé la colección en 1966.

Después vinieron los ‘Libros Film’ de Aguilar, con amplísimos textos y, sobre todo, con la novedad de 100 diapositivas en color cada volumen. Además, te regalaban un sencillo proyector sin ventilador, por lo que había que pasar las diapositivas con cierta rapidez, para que no se quemaran con el calor procedente de la lámpara (a pesar de todo, quemé algunas). Tengo siete volúmenes: Museo del Prado, Pintura española en los museos provinciales, Museos provinciales franceses, Pintura española de los siglos XVII y XVIII en el Museo del Prado, Galería Nacional de Washington, Museo Nacional de Escultura de Valladolid, y Museo Lázaro Galdiano. En total 700 diapositivas a todo color; corría el año 1970.

De los ‘Grandes museos del mundo’, de la Editorial Océano, adquirí los tomos dedicados al Hermitage, al Prado, al Louvre, los de Florencia, los Vaticanos, los de Nueva York y el de la National Gallery de Londres. Libros de gran formato y magníficas reproducciones. En total siete tomos.

A la par comencé una ‘Colección de monografías’ de seis volúmenes, editada por la Compañía Internacional, de Velázquez, Goya, Miguel Ángel, Leonardo, Duero y Rembrandt; magníficas biografías y catálogos de sus obras más significativas. La complemente con otros ocho volúmenes de Planeta dedicados a la ‘Pintura en los grandes museos.

Avanzados los 80 se me ofreció y adquirí tres volúmenes con la biografía y amplio análisis de la obra de tres pintores universales españoles: Velázquez, Zurbarán y El Greco, con una impresionante mejora en las ilustraciones y detalles aumentados de sus cuadros más famosos, de ediciones Polígrafa S.A.

También me entretuve en coleccionar fascículos como los publicados por El País y Aguilar en 1997, para encuadernar y obtener una interesante ‘Guía visual de pintura y arquitectura’, con gran formato.

En 1999 fue de nuevo Planeta con la ‘Historia universal del Arte’, con diez volúmenes y diez DVD, la que ocupó espacio en mis estanterías. Ya el Arte tenía color y movimiento.

También la ‘Summa Pictórica, Historia universal de la pintura’, con diez tomos y diez DVD.

Tengo catálogos monumentales de grandes exposiciones, como la dedicada a Velázquez en el Museo del Prado del 23 de enero al 3 de marzo de 1990; el de la exposición de Eduardo Naranjo, la retrospectiva de 1954 a 1993, del 2 de marzo al 2 de mayo de 1993 en el Centro Cultural de la Villa en Madrid; el de Juan Barjola, también en 1993, de febrero a abril en la Fundación Mapfre; el de ‘Al Andalus, las Artes islámicas en España’, exposición en la Alhambra del 18 de marzo al 7 de junio de 1992; o el macro catálogo del Siglo XX de Jaime de Jaraíz (seis kilos de peso) editado en 2003.

Y termino con algunos volúmenes monográficos, como el de Antoni Tapies, y el ‘Espíritu Catalán’, de 1974, de Pere Gimferrer. El voluminoso de la Catedral de Córdoba editado por Caja Sur en 2007, con 696 páginas, Y ‘Una vida en dibujos de Leonardo Da Vinci’, con las 200 obras conservadas en la Royal Collection Trust, con motivo de los 500 años del fallecimiento del artista en 2019.

Y aquí pongo punto y aparte, porque todavía tengo mucho que contar sobre libros de Arte en mis estanterías de las ‘Otras Bibliotecas’, pero lo dejaré para otra ocasión.

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