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Amalia Toboso. Encanto natural

Amalia Toboso. Encanto natural
Foto: Javier Trabadela
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De padres cacereños y nacida en Madrid por casualidades de la vida, pasó su infancia y parte de su juventud en la provincia de Cáceres y se estableció en Badajoz para estudiar Física, antes de dar un giro completo a su vida para dedicarse por entero a la música.

El destino le tenía preparada una sorpresa en forma de un encuentro casual en Badajoz con el pianista, compositor y director de orquesta argentino de fama mundial Armando Krieger. Bajo su tutela experta, no solo perfeccionó su técnica vocal, sino que también ahondó en la música clásica y amplió horizontes musicales. Este encuentro marcó un punto de inflexión en su carrera, llevándola a escenarios internacionales e, indirectamente, a la consecución del prestigioso Premio Maria Callas.

Desde entonces, su trayectoria es una amalgama de enseñanza, exploración musical y compromiso con la difusión de la música en todas sus formas, con una marcada vertiente solidaria como embajadora de la oenegé Músicos sin fronteras.

Foto: Javier Trabadela
Foto: Javier Trabadela

¿Cuándo empieza tu relación con la música?
Mi infancia ya fue esencialmente musical; yo no recuerdo un solo día de mi vida sin haber estado cantando o escuchando música. Mi madre tiene una voz preciosa, y mi padre es tenor; recuerdo que, con 4 años, acompañaba a mi padre a las clases del Conservatorio, y acabé por entrar en el coro infantil del Conservatorio y haciendo actuaciones. Y mi hermana también es profesional de la música y docente.

Pero tu formación no te llevó por el terreno musical.
La primera vez que me subí a un escenario fue con 14 años, cantando a capela ‘My heart will go on’, de Titanic. La música siempre ha estado ahí, pero siendo joven no me planteaba dedicarme profesionalmente a ella.

En realidad, no sabía muy bien qué estudiar; todo lo que sea aprender me encanta, y, de hecho, lo eché a suertes, entre Física y Filosofía. Terminé la carrera y estaba estudiando el máster que me iba a conducir al doctorado en Inteligencia artificial, pero decidí que ese no era mi camino, y finalmente opté por hacer de la música mi profesión, empezando por realizar la prueba de acceso en el Conservatorio y matricularme en estudios de canto lírico por la influencia de mi padre, al que recuerdo oyéndole de pequeña cantando cualquier aria de ópera a pleno pulmón.

Tres años después los estudios iban bien, pero yo sentía que necesitaba algo más, y me dio por salir a cantar a la calle, con mis bases y mi micrófono; pero no cantaba lírico, sino jazz y música ligera.

Y entonces apareció Armando Krieger en tu vida, de una manera completamente inesperada.
Así es. Un mes después de empezar a cantar en la calle estaba en la puerta de El Corte Inglés de Badajoz cantando ‘Night and day’, de Cole Porter, un tema de jazz, y se paró a escucharme. Armando Krieger era toda una institución en Iberoamérica; fue director del Teatro Colón de Buenos Aires durante 17 años y estaba en España para participar en una ópera muy ambiciosa sobre Hernán Cortés, que iba a ser representada en Medellín. Cuando me dijo quién era no podía creerlo, y menos aún cuando me sugirió que trabajásemos juntos mi voz, y me citó para una prueba en el Teatro López de Ayala.

A partir de entonces empezamos a trabajar, entre cuatro y seis horas diarias; aprendí muchísimo sobre ópera e interpretación musical, así como armonía moderna y composición; la técnica vocal la seguía estudiando con él y perfeccionándola por mi cuenta, y también hice un máster de Experto universitario en voz, aparte del de Musicoterapia. Gracias a Armando también conocí a mucha gente importante, como el tenor Pedro Lavirgen o el crítico musical Arturo Reverter.

Armando Krieger también tuvo que ver en tu recorrido internacional como cantante y en tu reciente Premio Maria Callas.
Sí, fui haciendo contactos y, sobre todo, Armando propició que me escucharan, especialmente en Italia, gracias al contacto con la productora Melos Internacional. Ya en la edición anterior del Premio Maria Callas pude participar en remoto e incluso salí en la RAI. Al poco de fallecer Armando, el año pasado, me llamaron para actuar en Nápoles, y luego en Roma, y surgió la oportunidad de formar parte del grupo de candidatos al premio.

Entrega del Premio Maria Callas. Foto: Cedida
Entrega del Premio Maria Callas. Foto: Cedida

Se trata de un premio muy prestigioso con una doble vertiente: por un lado se reconoce la carrera artística; por otro, se valora el trabajo por la solidaridad, la difusión de la cultura y la lucha por los derechos de las mujeres. En mi caso se han valorado mis dotes artísticas, pero también mi labor docente y mi actividad como embajadora de Músicos sin fronteras. Ya en Nueva York, cuando recibí el premio, interpreté ‘La paloma’, de Sebastián Iradier, a modo de homenaje a Elvira de Hidalgo, soprano y primera maestra de Maria Callas.

La faceta docente la estás desarrollando a través de tu propia academia. ¿Era tu intención compaginar la docencia con una carrera musical?
El objetivo de mi formación con Armando Krieger era prepararme para presentarme a audiciones líricas, pero cuando falleció el año pasado renuncié a esa idea, porque es un camino que necesita una dedicación plena y diaria si quieres aspirar al máximo nivel.

Siempre he tenido mucha vocación docente; de hecho, cuando terminé mis estudios en Física daba clases particulares de Matemáticas y Física, y en Promúsica empecé a impartir clases de canto. Finalmente me decidí a abrir mi academia, MusiCalidad, para ofrecer esa formación musical a cualquier persona interesada, no solo a nivel profesional.

Alumnos de la academia MusiCalidad. Foto: Cedida
Alumnos de la academia MusiCalidad. Foto: Cedida

¿Para asistir a tu academia hay que tener unas cualidades previas para el canto?
En la academia preparo pruebas de acceso, o audiciones, pero también trabajo con personas que se dedican a la música o que simplemente no quieren hacerse daño en la voz y disfrutar cantando de una forma saludable. Además, he puesto en marcha el coro MarAlia, un proyecto abierto a todas las personas, independiente del nivel musical que se tenga, que no deja de ser una oportunidad para todo aquel que quiera cantar en público. Todos podemos cantar, aunque no todos podamos desarrollar una carrera musical de alto nivel.

Podemos seguir hablando de tu faceta artística a través del grupo ‘Tres veredas’.
En ese caso soy una integrante más de este grupo, que acaba de comenzar su andadura, junto a Manuel Iglesias, José Manuel Trejo y Lorenzo Lumeras. Manuel Iglesias ha hecho un exhaustivo trabajo de investigación sobre la música de los siglos XII al XIV, cuando convivían las culturas sefardí, árabe y cristiana, que originaron músicas diferentes, con instrumentos distintos que nosotros usamos, como el laúd árabe y el castellano, la flauta o el salterio. Además, Manuel canta en árabe y yo en galaicoportugués y en castellano antiguo. Es una propuesta cultural muy interesante que por ahora está teniendo buena acogida.

Tres Veredas¿En qué ámbito te encuentras más cómoda?
En mi tarjeta pone empresaria, vocal coach, cantante… un poco de todo. Mi sueño es ser cantante, creo que eso es lo que vieron Armando Krieger y, antes, mis padres y todas las personas que han ido creyendo en mí. Desde luego, me gusta la docencia, y creo que el hecho de cantar acabará enriqueciendo mis propias lecciones. Mi intención es desarrollar una carrera como cantante.

En este sueño de desarrollar una carrera musical tiene su protagonismo un buen amigo común, Pedro Monty, y el proyecto ‘Bolero inmortal’.
A Pedro le conocía hace tiempo, pero hemos empezado a trabajar juntos el año pasado, y enseguida nos dimos cuenta de que teníamos una visión muy parecida, no solo de la música sino también de una serie de valores que para mí son importantes.

Pedro y yo elegimos el bolero porque percibimos que estaba alineado con lo que nosotros pensamos, con esos valores del amor, del cariño… El bolero tiene un carácter universal, es una música que conoce y puede cantar todo el mundo, las letras son fáciles de recordar, transmite buenos mensajes, está todo relacionado. También influyó la figura de Elvira Quintana, una montijana que en la posguerra se convirtió en México en un icono de los boleros, y protagonizó en 1958 la película más representativa del género, precisamente llamada ‘Bolero inmortal’.

Es un proyecto que se adapta a diversos formatos, y que también nos permite desarrollar esa vertiente solidaria que comentaba; por ejemplo, con los conciertos íntimos en el contexto de los ‘Death Café’, en colaboración con Badajoz Ciudad Compasiva y la fundación portuguesa Rainha da Paz.

Con Pedro Moty. Foto: Cedida
Con Pedro Moty. Foto: Cedida

Nos gustaría detenernos en tus conocimientos de musicoterapia. ¿Cómo se desarrolla a través del canto?
Todos pensamos en los instrumentos cuando hablamos de la música, y se nos olvida que el primero de todos es nuestra propia voz. Yo no ejerzo la musicoterapia desde el punto de vista clínico, pero el hecho de cantar ya es, de por sí, una terapia. Cantar es hablar con entonación, no hay nada más inmediato; y, aunque cantes mal, cuando lo haces estás produciendo cierta frecuencia y tu cuerpo responde generando endorfinas y dopamina, que sirven para aliviar el dolor y proporcionar una sensación de bienestar. Con el canto también se trabaja la respiración profunda, con la que conseguimos más oxigenación y un mayor control respiratorio.

Te podemos encontrar habitualmente en las redes sociales mostrando tu trabajo. ¿Es el mejor medio para llegar a la gente joven?
Es cierto que se nota la repercusión de lo que publico en las redes sociales, por ejemplo entre mis alumnas jóvenes, a quienes les gustan mucho mis videos y mis directos de canto en TikTok; es muy trabajoso, pero los reels de Instagram funcionan muy bien y se consigue una difusión muy inmediata de tu trabajo.

¿Qué le recomendarías a alguien interesado en el canto pero que no acaba de dar el paso y probar?
El canto nace del corazón; es una forma de expresión más rica y profunda, pues le añade a la palabra o a las onomatopeyas (tararear) las dimensiones de la melodía, la entonación y el ritmo. Es un acto que realizamos cuando estamos alegres, a veces de forma inconsciente y automática, mientras realizamos labores cotidianas, y, por ejemplo, le cantamos a los bebés; nadie debe avergonzarse de cantar, lo haga bien o mal, algo que es un criterio estético.

Sugiero leer el artículo que escribí hace unos meses sobre el canto en esta misma revista. A quien quiera llevarlo a otro nivel más saludable, anatómica o artísticamente, le recomiendo estudiarlo, ya sea en una escuela de canto pública o privada; con ello mejorará la calidad de su voz y explorará y desarrollará su faceta artística de la mano de los especialistas.

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