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‘La femme au cheval’, de Jean Metzinger. Grada 157. Inmaculada González

‘La femme au cheval’, de Jean Metzinger. Grada 157. Inmaculada González
Foto: Cedida
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Jean Metzinger, uno de los más tempranos e influyentes teóricos del cubismo y gran apasionado de las matemáticas, redacta en 1912 una de las principales fuentes del cubismo, ‘Du Cubisme’, una defensa del fundamento matemático de la pintura que quedó liberada de las restricciones de la linealidad.

Es pues, por derecho propio, uno de los progenitores del denominado ‘cubismo de salón’, lo que le convierte en uno de los portavoces más autorizados del movimiento en sus primeros años.

Nació en Nantes, Francia. Allí, en la Academia de Bellas Artes, le instruyeron en el estilo académico; sin embargo, Metzinger estaba más interesado por las nuevas tendencias que en ese momento imperaban en el arte. Años más tarde llega a París para estudiar Medicina, pero abandona la carrera para convertirse en pintor.

En la capital del Sena expondrá en el Salón de Otoño y en el Salón de Independientes. En ambas muestras continuaría haciéndolo de forma regular a lo largo de toda su vida.

Durante décadas se codeó con los escritores Max Jacob, Guillaume Apollinaire y su círculo, en el que se encontraban Georges Braque y Pablo Picasso. Este último iba a tener una influencia importante en Metzinger hasta 1923.

Publicó varios artículos sobre la pintura contemporánea y después, de forma periódica, contribuyó con publicaciones a la difusión del arte moderno. Metzinger fue el primero en señalar en una de esas publicaciones que Braque y Picasso se habían despojado de la perspectiva tradicional y se habían tomado la libertad de girar alrededor de los objetos.

Metzinger fue movilizado para participar en la I Guerra Mundial, y en 1919 regresó a París, donde viviría el resto de su vida. Continuó exponiendo con regularidad en galerías de Londres y Chicago.

En cuanto a su obra, después de haber experimentado con el neo-impresionismo, el fauvismo, el divisionismo y el puntillismo, se dedicó a obras más personales, se encaminó hacia un cubismo analítico ortodoxo que practicaría el resto de su carrera.

Por la fragmentación de los objetos, y su voluntad de mostrarlos en varias caras mediante el giro del plano visual sobre un eje, el arte de Metzinger está claramente emparentado con el cubismo de los primeros tiempos. Pero por su preocupación por la anécdota y por su sistema de iluminación clásico, el clasicismo y el realismo de tintes mágicos, pertenece también al arte tradicional.

Muere en 1956, dejando una rica obra pictórica y profundos análisis críticos sobre las corrientes artísticas y pictóricas de su época, y sobre todo transparentando en toda su obra un gran amor hacia las matemáticas.

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