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Isabel Guerra. Grada 156. Inmaculada González

Isabel Guerra. Grada 156. Inmaculada González
Foto: Cedida
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Feliz, Isabel Guerra se siente feliz desde hace décadas, desde que se apoderaron de su ser dos vocaciones a las que les ha dedicado toda su vida: su fe cristiana y la pintura.

Isabel es hija única, nació en el seno de una familia cultivada y acomodada. De su infancia guarda el mejor de los recuerdos, la serenidad de una familia profundamente creyente, rodeada de amor y de primos. Ese ambiente de felicidad y tranquilidad fomentó los valores del espíritu. De pequeña se entretenía pintando. Esa afición la desarrolló por su cuenta, sin asistir a clases de pintura. Pasaba horas y horas leyendo libros de Arte y visitando las salas de exposiciones de Madrid. Además, era una buena estudiante.

A los 12 años percibió la llamada de la fe, aunque no fue hasta una década después cuando esta artista comenzó a vivir su vida consagrada a Dios. A los 15 años los cuadros que pintaba eran ya tan maravillosos que su familia y sus allegados le animaron a exponerlos en las galerías de arte del Madrid de la década de los 60, cuando la cultura comenzaba a despertar de su largo letargo. Su primer cuadro aún lo conserva, estaba realizado sobre la tabla de una vieja caja de puros de su padre.

Pensando en entregar su existencia a Jesús y, al mismo tiempo, trabajar desarrollando el don que tenía, averiguó que la orden religiosa de los cistercienses cumplía estos dos objetivos: ‘Orar y trabajar’; por ello, a los 23 años ingresó como novicia en el convento del Monasterio de Santa Lucía en Zaragoza. Los trabajos que ha realizado Isabel Guerra en este monasterio a lo largo de 50 años la enaltecen a ella y al convento en donde decidió vivir y realizarse.

Para los temas de sus pinturas siempre ha elegido momentos cotidianos en el trabajo de mujeres humildes o niñas, dándole una especial importancia a la luz. Con la relevancia de la luz ella transmite un mensaje de paz y serenidad. La infancia y sus sueños también es una temática muy recurrente, así como el bodegón. En sus pinturas aparece una lírica cercana a la teología mística cristiana y los títulos de sus obras evocan pasajes bíblicos.

Sus trabajos abarcan óleo, técnica mixta, dibujo, obra gráfica y fotografía. Sus pinturas, profundamente hiperrealistas, tienen una clara técnica velazqueña.

La obra de Isabel Guerra ha sido expuesta en museos, templos, catedrales e importantes colecciones de galerías de arte.

De todo lo que he leído sobre esta artista para escribir este artículo lo que más me llama la atención es que reconoce ser poco admiradora de sí misma, lo que le ha costado el sobrenombre de ‘la eterna insatisfecha’. A pesar de que sus creaciones atraen a miles de espectadores, a ella le sigue sorprendiendo el éxito de su trabajo.

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