Si bien la onomástica romana constata la presencia de un cognombre Cancilo, parece evidente que existió un antropónimo homófono entre las gentes indígenas de la Península Ibérica, y más concretamente de Lusitania.
Efectivamente, en la epigrafía funeraria y votiva romanas se conocen hasta siete inscripciones en los que aparece la versión indígena de este nombre, Cancilo/Cancila; y todas ellas proceden de localidades de la provincia de Cáceres: Coria, donde hay tres casos; Casas de Millán; Garrovillas; Guijo de Granadilla; y Trujillo, localidad donde apareció el único caso en femenino documentado hasta la fecha. Fuera de la provincia de Cáceres se conocen dos inscripciones en las que este nombre aparece con la consonante sonora ‘g’: Cangilo.
Sabemos si el nombre era indígena o romano por la estructura onomástica; la denominación indígena constaba simplemente del nombre del individuo seguido de la filiación paterna, mientras que la onomástica romana era más compleja y constaba, digámoslo así, de nombre y apellidos, que podía completarse con la tribu en la que estaba inscrito, lo que certificaba su ciudadanía romana.
La inscripción hallada en Garrovillas, cuya foto cedida por el Museo de Cáceres incluimos, corresponde al epitafio de un indígena de nombre Melamanio, que dice ser hijo de Cancilo. El soporte, que está rematado con cabecera semicircular, aparece bellamente decorado con una representación de un templo pentástilo con frontón triangular. Este tipo de decoración no suele ser muy frecuente, ya que lo normal, al menos en estas tierras, eran los motivos astrales: crecientes lunares, estrellas de seis u ocho puntas inscritas en un círculo, o simplemente sin ningún tipo de decoración.
Desgraciadamente la inscripción está incompleta, y hemos de suponer que en líneas posteriores irían las típicas fórmulas funerarias y, posiblemente, el dedicante de dicho epitafio, normalmente un pariente o amigo del difunto. Este tipo de epitafios difieren poco de los que podemos encontrar en nuestros cementerios, cuyos textos constan, en líneas generales, de los mismos elementos que aquellos que nuestros antepasados grabaron en sus tumbas hace 2.000 años.