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‘Protocolus maximus’

‘Protocolus maximus’
Foto: Unsplash. Crazy Cake
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En un restaurante cada comensal es diferente, la carta se amolda a eso, los platos se adaptan a los gustos, bien por la pericia del cocinero al diseñarlos o bien por algún cambio improvisado.

El caso es que, hace unos días, tuvimos en nuestro restaurante una linda pareja que rondaba los 16 años recién cumplidos. Por supuesto, ya han vivido sus primeras experiencias gastronómicas como algún “cucharada y paso atrás” en reuniones familiares; dar, pedir o intercambiar algún bocadillo en el recreo; escarceos en establecimientos de comida rápida; o alguna comida más formal con sus padres. Pero era la primera vez que acudían ellos dos solos a un restaurante.

Puede parecer una situación insignificante, pero de repente se ven por primera vez ante una extensa carta; un jefe de sala que les recibe y los sienta en ‘su’ mesa; un camarero que les explica una serie de platos que no están en la carta y que les cuenta cómo están elaborados, que no consiste solo en ver si en una foto poco realista hay o no bacon, queso y patatas… Y es muy bonito ver cómo se van introduciendo en un mundo nuevo para ellos; una experiencia que, a priori, ya conocían se convierte en nueva otra vez.

Entra en juego un concepto que se llama protocolo, que a veces da hasta miedo, pero que realmente suele ser malentendido. Muchas veces pensamos que es algo súper complicado, un mundo intrincado que solo manejan las gentes de posición social, aprendido en algún colegio caro y que vamos a hacer el ridículo sin saber ni cómo dar las buenas tardes.

Nada más lejos de la realidad. Dando una visión personal, un protocolo se puede entender como unas reglas de comportamiento que, simplemente, deben facilitar las relaciones humanas, laborales y gastronómicas que se dan en un restaurante, en vez de complicarlas. Normalmente se establecen por pura lógica, y uno de los ejemplos más típicos se da cuando nos sentamos a una mesa y nos encontramos con varios cubiertos a derecha e izquierda de nuestro plato, que se usarán de fuera hacia adentro según vayan haciendo falta para disfrutar los diferentes platos que nos irán sirviendo. No hace falta usarlos todos para la primera elaboración que nos pongan; tampoco hay que complicarse rebuscando y entresacando el cubierto que está medio escondido debajo del ala del plato y el cubierto siguiente con la punta de nuestros dedos (use el que está más a mano); si te ponen un foie y tienes dos cuchillos, uno romo y sin filo y otro con filo y punta, probablemente el del foie es el primero y el otro será para algo que necesite algo que corte; no es nada más complejo que eso.

Todo esto ayuda al comensal a estar más cómodo en la mesa, al camarero le facilita el trabajo y prestar un mejor servicio, y al restaurante le aporta un toque estético y de detallismo. Sobre estas normas establecidas de forma general prevalecen otras que forman la marca de cada restaurante, y sobre estas prevalecen en último término la comodidad o preferencia del cliente, para que su experiencia sea lo mejor posible.

Pensándolo bien, todas las actividades de la vida cotidiana se basan en una serie de convenciones sociales, normas de conducta, protocolos o llamadlo como queráis, pero que son necesarias para el trato humano, ya que sin ellas las relaciones de cualquier tipo serían insoportables. ¡Salud!

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