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El último baile de José María

El último baile de José María
Foto: Cedida
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El vídeo ha dado mil vueltas y ha hecho bailar a miles de corazones. Se emocionó cuando en la homilía dominical hice referencia a él y su video, al hablar de la alegría y de vivir agradecidos siempre a Dios, bendiciendo y alegrando en la medida de lo posible.

El vídeo me lo hizo llegar Pedro Monty, pianista y referente de Músicos sin fronteras en Extremadura. Desde su asociación están llevando a cabo un proyecto de cuidados y humanización a través de la música en la ciudad. Con ese motivo tienen establecido un acuerdo con los hospitales de la ciudad, con el objetivo de llevar la música como consuelo y sanación a los enfermos y sus familiares. Lo hacen también en las residencias de mayores, en los albergues de Cáritas, en centros de discapacidad, etc.

En este caso la actuación se llevó a cabo en el Servicio de Oncología del Hospital Universitario de Badajoz. Allí donde reciben la quimio los enfermos en esos procesos largos y duros en la lucha, vividos a la intemperie, entre la esperanza y la oscuridad, con los miedos y la firmeza de una guerra sin cuartel. Ese día estaba allí mi amigo José María, que padecía un cáncer de pulmón y que ha fallecido hace un mes, sin enterarme yo, en total silencio.

José María en nuestra parroquia de Guadalupe es alguien singular y único; yo me siento afortunado de haber recibido tanto sus confesiones como sus abrazos fuertes y sinceros, bien sentidos. Casado con Pilar, sin hijos, pero rodeados de sobrinos y allegados sin fronteras. Con su pisito en Badajoz y su casita en el campo, donde ha vivido lo más que se puede vivir en armonía con la naturaleza, gozándola y trabajándola, casi siempre para los otros; nunca olvidaré las mejores brevas e higos del mundo, y sus naranjas, como también su dulce de membrillo.

Ya estaba jubilado, tras una vida de trabajo muy intenso en ambientes hosteleros, muy conocido en la ciudad por haber sido camarero en el hotel Zurbarán, muy tradicional en Badajoz. Su vivir ha sido muy sencillo; nació en Usagre y recordaba su familia, su pueblo, de una forma muy entrañable. Su fe lo era de base y de firmeza, la vivía en la tensión porque no entendía el sufrimiento de los más pobres y débiles, sobre todo el dolor de los niños, de los pequeños, y más cuando sufrían por acciones violentas de los mayores. Lo he visto llorar como un niño ante acontecimientos de dolor de este tipo y vivir la crisis de una fe sincera y bruta al mismo tiempo.

Pero lo que le caracterizaba era el sentido profundo del vivir, el saber gozar de lo pequeño y de todas las personas, de servir y darse, y todo ello con humor y una alegría profunda. Hombre sociable al máximo, comprometido en la Universidad de Mayores, en los grupos de teatro, en la actividades manuales y artísticas, en el cuidado de la naturaleza, en la preocupación por la parroquia y los curas… Hasta nos traía el estiércol para las plantas.

En pocas personas he encontrado una sinceridad y transparencia tan grande para hablar de sus debilidades y defectos y arrepentirse; siempre me interpelaban sus confesiones con café al medio en el Parque del Bioclimático.

El testimonio último fue de lujo. Le llegó a él el dolor y la enfermedad y se agarró a la fe como un niño, sin más preguntas ni dudas, pidiendo sanación, pero sobre todo dando amor a los que le rodeaban, viviendo sus flaquezas y dolores con paciencia y esperanza. Así fue aquel día en que Músicos sin fronteras actuaba en la sala de la quimio. Se levantó de su sillón, agarró su perchero de quimio con ruedas y, como si fuera una bella mujer querida, como si fuera su Pilar, se puso a bailar un pasodoble con él, iluminando de risas y alegría a todos los que estaban en ese momento recibiendo sus fármacos para no desistir en la guerra con la enfermedad oncológica.

Yo soy testigo de que ese gesto era síntesis y sacramento de su vida real, de sus deseos más profundos, de su sentido de la vida, de sus ganas de querer y alegrar a los demás. José María estaba muriendo y bendiciendo, sufriendo y bailando, luchando y esperanzando. No se puede pedir más.

Para mí será un sacramento, y cuando dude ante el dolor, lo buscaré en YouTube y me daré un chute de ánimo en su honor, y le rezaré como a un santo especial de mi devoción. En él he visto unidos el dolor, la debilidad, la alegría y la bendición. Gracias José María, seguiremos abrazándote en Pilar.

José Moreno Losada
Sacerdote

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